sábado, marzo 25, 2006

Los coristas



Los Coristas, película nominada al Oscar por Mejor Película Extranjera en el 2004 y Mejor Canción Original, resulta ser una historia basada en sucesos reales ocurridos en Francia después de la segunda guerra mundial. Clément Mathieu, un profesor de música, hombre espontáneo y sencillo, sin mayor brillo intelectual pero dotado de sensibilidad y sentido común, llega a un internado para niños abandonados, regentado por un director-carcelero, represor empedernido, que sólo ve en ellos una manada de desadaptados irrecuperables y con problemas de conducta tan estructurales, que los revelarían como seres que caminan sin remedio a la delincuencia o la enfermedad mental.

En ese contexto, el profesor Mathieu se propone algo que parece no sólo un imposible sino sobre todo una verdadera estupidez: hacer que sus 65 alumnos, niños muy pobres de 8 a 13 años de edad, aprendan música y formen nada menos que un coro, es decir, un equipo capaz de producir de manera organizada, cooperativa y bella las mismas melodías. Convencido de la existencia en ellos de aptitudes y disposiciones para aprender, en las que ningún otro maestro del internado parece creer, Mathieu es impulsado también por una inocultable pasión por las dos cosas que dan sentido a su vida: la música y la enseñanza.

A pesar de sus momentos de desesperación, sobe todo cuando las reglas de la institución sabotean sus esfuerzos o cuando parecen agotárseles los recursos para motivar y comprometer a sus alumnos más desconfiados, Mathieu se mantiene fiel a sus objetivos y a la certeza del éxito. Sabe bien donde quiere llegar, sabe que tiene la capacidad de lograrlo y sabe que sus alumnos pueden aprender. Lo demás, es una lucha constante pero esperanzada contra la rigidez, la desconfianza y la oposición de la autoridad, la ausencia de familias que los respalden y cooperen con sus esfuerzos (la mayoría son huérfanos o abandonados), las enormes limitaciones materiales de la institución y la frágil conciencia de límites de sus propios alumnos. Es decir, contra todo lo que suele esgrimirse como argumentos ganadores para justificar el fracaso de la labor pedagógica del maestro en las escuelas de hoy.

Andrea, me recomendaste ver esto hace varios meses atrás y mira cuánto he demorado en hacerlo. Tenías razón. Esta dura historia, tan bellamente contada por Barratier, su director, me renueva la confianza en la posibilidad de cambiar nuestra educación. Sí es posible convertir las escuelas en un genuino espacio de salvación intelectual, moral, espiritual, para los condenados: los condenados por ser niños y por ser pobres, por no tener padres o por tener padres sin instrucción, o por el simple hecho de tener la osadía de no querer ser como nosotros.

Título original: Les Choristes
Protagonistas: Gerard Jugnot, Francois Berleand, Jean-Baptiste Maunier, Jacques Perrin, Kad Merad.
Guión: Christophe Barratier, Philippe Lopes-Curval.
País y Año de Producción: Francia, Suiza, Alemania / 2004.
Dirección: Christophe Barratier.
Duración: 97 minutos.
Género: Drama/Romance.

© LGO 2005

Perdidos en Tokio



Un divertido y genial director de cine dijo alguna vez con ironía que «el sexo sin amor es una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es una de las mejores». En verdad, se ha escrito mucho sobre las posibilidades y los límites del sexo sin amor pero, no me ha tocado leer mucho acerca de las perspectivas del amor sin sexo. Sin embargo, una buena respuesta podría encontrarse en esta inolvidable película de Sofía Coppola.

Para los que no la vieron, Bob y Charlotte (Bill Murray y Scarlett Johansson), son dos norteamericanos que se encuentran en Tokio de manera absolutamente casual. Él es actor de cine, hombre maduro de unos 50 años, con 25 años de casado, que ha llegado a filmar el comercial de de una nueva marca de whisky. Ella es una joven licenciada en filosofía, muchacha de veintitantos, que ha ido acompañando a su marido, un fotógrafo que ha viajado a cumplir un pequeño contrato con una compañía japonesa y que lo mantiene fuera de la ciudad.

Solitarios, aburridos e insomnes, ambos van a encontrarse fortuitamente en el ascensor y en el bar de su hotel, haciéndose amigos. Paulatinamente descubrirán lo que tienen en común, un desencanto que vas más allá de la circunstancia de estar solos en una ciudad desconocida y extraña. Pasearán por Tokio, conversarán mucho y descubrirán, en la afectuosa compañía del otro, nuevas posibilidades a la vida.

Bob y Charlotte jamás se besan. Sus continuas aproximaciones les llevan incluso a compartir la cama en una ocasión, pero no para tener un encuentro sexual sino sólo una oportunidad insólita para hacerse confesiones y compartir secretos relacionados con sus propias vidas, como buscándose a sí mismos. La película no los propone como amantes, sino como dos almas deshabitadas que deciden construir una amistad sencilla y estimulante, basada en la confianza y en la mutua admiración que surge en sus continuas pláticas. Y quizás también en la inevitable atracción que empieza a aparecer –matizada con sutiles e insinuadas escenas de celos- conforme van acercando sus vidas y poniéndolas desaprensivamente en el oído del otro.

En ningún momento la historia muestra a ambos personajes perdiendo conciencia de los límites o ensayando transgresiones, caminan con delicadeza sobre sus fronteras, tratándose con ternura y permitiéndose disfrutar de su compañía hasta donde les es posible. Cuando suena la hora del regreso al mundo real, el abrazo de despedida y la sonrisa final de Charlotte puede dejarnos algo perplejos, desencantados, frustrados o tristes, por la inevitable expectativa de continuidad que despierta una relación tan intensa.

Pero creo también, en cierto modo, que nos deja esperanzados. Es que este desenlace otorga una posibilidad a un tipo de amistad heterosexual basada en un vínculo fuerte, no orientado necesariamente hacia el sexo y, a la vez, enriquecedor, lleno de oportunidades de crecimiento mutuo. En mis primeras sesiones de psicoanálisis, hace tantos años, le llamaban a esto «amor sublimado» (¿te acuerdas, Cecilia?). Puede ser difícil de administrar y exige cierta inteligencia emocional, lo reconozco, pero quizás sea suficiente por ahora confirmar que no representa un despropósito postmoderno ni una simple licencia literaria.

Título Original: Lost in Translation
Director: Sofía Coppola
Actores: Scarlett Johansson y Bill Murray
Guión: Sofía Coppola
Productor: Francis Ford Coppola, Sofía Coppola
País: Estados Unidos/Japón
Año: 2003
Género: Drama/ Comedia

© LGO 2005

Don Juan de Marco



Nos ha tocado vivir una época de fuertes cuestionamientos al status de «realidad» que convencionalmente hemos concedido al mundo en que vivimos. Es decir, a la condición aparentemente inmodificable y objetiva de las cosas, como si fueran completamente ajenas a la construcción de los seres humanos. Sin embargo, como esta tesis es muchas veces difícil de aceptar y de asumir en todas sus consecuencias, les recomiendo pensarla mientras miran o vuelven a mirar una vieja película: «Don Juan de Marco», estrenada en 1995, que tiene la virtud de trasladarnos de manera casi mágica a esa difusa frontera entre ficción y realidad en la que caminamos a diario, obligándonos sin más coartadas a reorganizar y a resignificar una y otra vez todo lo que ven nuestros ojos, desde nuestra propia subjetividad.

A la contra de muchos honrados intelectuales, herederos de Descartes y obstinados hijos de la Ilustración, que han hecho de su veneración a la razón la razón de su propia existencia y la mejor explicación de sí mismos, me cuento entre quienes aceptan los límites de la racionalidad para describirnos como seres humanos en nuestra compleja totalidad. Hecho que me empuja, que remedio, hacia el campo de la postmodernidad. Y que me permite, entonces, disfrutar y recordar con cariño una película como esta.

A medida que transcurren las escenas, es posible ver cómo las diversas realidades de los personajes, la del loco que se cree un Don Juan Tenorio anclado en sus sueños y la del Psiquiatra que se cree un científico racional anclado en la verdad, van aproximándose hasta mezclarse y borrar sus fronteras originales, para construir una nueva realidad, producto de un intercambio que incorpora lo mejor de ambos. Es ahí donde surge una continua tensión entre realidad y ficción, verdad y mentira, razón y sentimiento, objetividad y subjetividad, así como entre las imágenes que se observan y las historias relatadas.

Tiscali.dvd (
http://dvd.tiscali.es/) reseña asi la película: Un joven vestido con capa y sombrero de ala ancha que afirma ser el legendario Don Juan es internado en un centro psiquiátrico tras un intento de suicidio. En el hospital se hace cargo de él el doctor Jack Mickler, un veterano psiquiatra a punto de retirarse. Durante los diez días que dura la terapia, el joven explica su historia al doctor Mickler, que terminará creyendo que se encuentra ante el verdadero Don Juan. Marlon Brando y Johnny Depp, dos actores separados por varias generaciones pero unidos por un estilo interpretativo muy similar, son los principales protagonistas de esta lectura en clave actual del mito de Don Juan. La película, a medio camino entre la comedia romántica y el drama, cuenta también con la participación de Faye Dunaway y Rachel Ticotin. El tema principal del filme, interpretado por Bryan Adams y Paco de Lucía, fue nominado al Oscar a la mejor canción.

Título Original: Don Juan de Marco
País: EE.UU.
Año: 1995
Género: Drama, Romántica
Dirección: Jeremy Leven
Intérpretes: Bob Dishy, Faye Dunaway, Géraldine Pailhas, Johnny Depp, Marita Geraghty, Marlon Brando, Rachel Ticotin, Talisa Soto, Tresa Hughes
Duración: 94 minutos

© LGO